Es solo un libro, una historia, un personaje, una frase: un espejo.
La cosa es en sí pero solo es percibida su representación, algo que cobra una dimensión subjetiva a partir de una miríada de inputs emocionales atravesados por un momento concreto: ¿cuántas veces releemos y nos preguntamos cómo fue que nos marcó tanto, o cómo fue que no lo hizo?
Ese personaje —esa historia, esa frase— es y es en nosotros de una manera singular. ¿Logra algo? ¿Cómo podría? ¿Dispara algo, propone algo? Tal vez, o eso parece; más allá del verbo, lo cierto es que aquello que vemos —un libro, una persona en la calle, una charla— nos modifica, o al menos funciona como agente para que nosotros nos modifiquemos, y a partir de ahí al entorno.
Decimos «te amo», pero en realidad manifestamos una emoción propia inspirada más o menos por otra persona en un momento y en una circunstancia. Hoy verte me hace sentir esto, o creerlo, o decirlo, si es que acaso hay una diferencia entre estas tres acciones ahora que te miro.
Cuando este discurso —acto, imagen— es compartido por otros, esta emoción se nutre de miradas que se ajustan en forma conjunta, aquello que percibo es moldeado por y junto a otros, tanto por similitud como por oposición. Esto sentimos, eso sienten, esto me/nos pasa.
Del mismo modo, un objeto —un espejo— en un lugar determinado puede darnos los ánimos necesarios para hacer algo que nos modifique para siempre: salimos de ver una película y mandamos ese mensaje que llevábamos tal vez meses esperando, y entonces cambia el (nuestro) mundo para siempre.
Nada es solo en sí, nunca es «solo» eso que vemos, mucho menos es «solo un partido de fútbol» algo que enfervoriza a millones de personas en todo el mundo y que entonces mueve economías y espíritus de sociedades enteras. ¿Alguien acaso percibe el mismo clima en la calle ahora que tras la decepción del 2002 o incluso tras la final del 2014?
Es solo un libro, una historia, rock and roll, fútbol, una copa, pero me gusta; es solo un espejo, pero me modifica, tal vez en algún lugar para siempre, tal vez incluso a mí y a tantos otros de mi generación, como Werther, los Beatles, Holden Caulfield o Messi.
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