Como todos sabemos, no hay mejor regalo que un libro. Un libro es, por excelencia, la puesta en abismo de la cultura, de la reflexión, del detenimiento productivo; un libro transfiere conocimiento, experiencias, emociones, incluso habla por uno.
Regalar libros no pretende ni siquiera la lectura del mismo. A veces, basta con que el otro lea el título y ya reciba algo, con que mire esa edición especial y el libro se convierta en un objeto de enorme valor, con que el otro se emocione y prometa ponerlo en un lugar cercano de la lista de pendientes; puede ocurrir incluso que el otro responda que rara vez lee, que no tiene tiempo, que carece del hábito, pero que le encantaría, y aun sabiendo que es muy poco probable que comience ese ejemplar, mucho menos que lo termine, que se emocione y ponga ese libro donde sea que los ubica entre sus estantes, incluso con alegría y orgullo: «¿Lo leíste», le preguntará alguien; «No todavía», responderá, «pero me lo regaló X y me dijo que… Mirá qué linda la dedicatoria». Ya con esta escena el regalo trajo mucho más que un anodino juego de toallas, e infinitamente más duradero.
Y qué decir del momento en que uno compra un libro, de lo que uno imagina, de qué elije, de qué proyecta mientras camina por la librería y tiene frente así innumerables escenarios.
Luego, llega a la caja y paga en cuotas por todo esto menos que un par de cervezas con maníes en el bar de la esquina.
Para aquellos que quieran recomendaciones de libros, acá siempre a disposición, aunque una vez más les recomendaré que encuentren a su librero amigo.
Y una última cosa, para quienes quieran regalar el fabuloso libro de cuentos «Tomas familiares», de Juan González del Solar, editado por Editorial Mansalva, esta cuenta se pone a disposición para la firma de ejemplares con sentidas y personales dedicatorias.
Que pasen una muy felices fiestas, que hagan regalos reales y sentidos y que reciban también muchos de ellos.
Os abrazamos
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