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Foto del escritorJuan Gonzalez del Solar

Conceptos básicos para escribir #2: Para quién.

Actualizado: 22 abr 2020


¿Quién es el receptor ideal de mi relato? Esta pregunta es la que persigue este apartado y la respuesta es diferente de para quién —realmente creo que— escribo. A veces —pocas, pero ocurre—, hay algo que nos hace escribir para un receptor concreto que jamás podrá leer el relato —una persona muerta— o que lo podrá hacer luego —un hijo que todavía no lee en el tono que elegiremos para el relato—.


En este caso, este “para quién” refiere al receptor ideal del relato, aquel en quien pienso como lector, que tiene las herramientas emocionales e intelectuales para, entre tanto, comprender/compartir/modificarse con aquello de lo que quiero hablar —el punto anterior—.


Y aclararemos pronto dos cuestiones: el primer receptor siempre es uno mismo y, de alguna manera, siempre escribimos para nosotros —por mil razones diferentes—; luego, el tú del relato —e incluso el lector ideal— es una entelequia, una idea, una construcción, más o menos cercana a un otro, pero siempre es una ilusión que aquella segunda persona existe tal como la concebimos. Dicho esto, desterremos la idea de ese otro como ente y pensémoslo solo como lector, como máquina decodificadora de nuestro textos; es más, como una máquina que no solo decodificará nuestro texto, sino que funcionará más y mejor gracias a nuestro texto —y acá sugerimos muy someramente una cuestión esencial: no hay texto sin interpretación, todo texto se completa con un lector—.


Pero, volviendo a la cuestión del lector ideal en cuanto estrategia para escribir, tengamos muy presente que tener claro quién es este lector —cómo piensa, qué espera, con qué herramientas cuenta, qué pretendo modificar en él, qué pretendo contarle de nuevo, aportarle, y otras etcéteras que podré pretender con mi texto— me ayudará muy significativamente a organizar las herramientas que vaya a elegir. Es más, tener esto en cuenta me regalará la bendición de las limitaciones, del recorte, y, por lo tanto, afinará los recursos de los cuales dispongo: no todo puede usarse todo el tiempo, como puede inferirse.


Del mismo modo, dejemos claro algo que tal vez resulte obvio pero nunca sobra: no existe tal cosa como “escribir para todos”. No serán pocos los casos en que el receptor no sea el punto de llegada, sino el de partida.

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